Este lóbrego monólogo está ambientado en una selva oscura
llena de melancolía- el paisaje se mimetiza con los sentimientos de Don
Álvaro-mezclando dos elementos propios del movimiento: lo misterioso y lo
exótico.
El tedio vital se extiende por sus venas y como ocurre con
Sísifo, ''la carga'' es su propia vida que se ha tornado terrible, pues él se
piensa condenado por su camino fatal -futuro, presente y pasado- sin poder
escapar del mismo. Podemos verlo en el siguiente fragmento:
![]() |
Reflexionar en soledad. Cuadro de C.D. Friedrich |
¡Qué carga tan
insufrible
es el ambiente vital
para el mezquino mortal
que nace en signo
terrible!
¡Qué eternidad tan
horrible
la breve vida! Este
mundo,
¡qué calabozo profundo
para el hombre
desdichado
a quien mira el cielo
airado
con su ceño furibundo!
Parece, sí, que a
medida
que es más dura y más
amarga,
más extiende, más alarga
el destino nuestra vida.
Don Álvaro sigue reflexionando sobre el mal vivir y su papel
de víctima/protagonista se va acentuando. La felicidad es breve, pero esta ha
de beberse rápido ya que esta se va como vino (rápidamente). Aún no ha
aprendido que la dicha no es una búsqueda, sino una vía -algo muy propio del
Romanticismo-que él no sabe desentrañar:
Si nos está concedida
sólo para padecer,
y debe muy breve ser
la del feliz, como en
pena
de que su objeto no
llena,
¡terrible cosa es
nacer!
Al que tranquilo,
gozoso,
vive entre aplausos y
honores,
y de inocentes amores
apura el cáliz sabroso;
cuando es más fuerte y
brioso,
la muerte sus dichas
huella,
sus venturas atropella;
y yo, que infelice soy,
yo, que buscándola voy,
no pudo encontrar con
ella.
Hace una retrospectiva de su vida en las américas y enaltece
a sus padres a los que debe honrar por derecho propio y darles una posición
económica/social superior a la que están:
Entre
bárbaros crecí,
y en la edad de la
razón,
a cumplir la obligación
que un hijo tiene,
acudí;
mi nombre ocultando,
fui
(que es un crimen) a
salvar
la vida, y así pagar
a los que a mí me la
dieron,
que un trono soñando
vieron
y un cadalso al despertar.
El sino (en todo su egoísmo) solo le dio un momento de
felicidad, llamado Leonor, pero que se
escapó de entre sus dedos cuando el arma de D. Álvaro - de forma
accidental- fue a parar al cuerpo del progenitor de su dulce amada. De este
modo se resquebrajó todo lo pretendido:
Entonces, risueño un
día,
uno solo, nada más,
me dio el destino,
quizás
con la intención más
impía.
Así en la cárcel
sombría
mete una luz el sayón,
con la tirana intención
de que un punto el
preso vea
el horror que le rodea
en su espantosa
mansión.
Piensa que su fama no tiene un sentido objetivo y que lo que
a él verdaderamente le ocurre es que es ‘’fiero’’ porque tiene miedo a la
propia vida. Los elogios son solo espejismos de una realidad que esconde su
pobre temeridad.
El final del soliloquio hace referencia al suicidio, esa
‘’fuerza del sino’’ imperturbable y trágico que tiene que venir:
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Werther en estado pre-suicidio |
¿Qué me importa, por
ventura,
que triunfe Carlos o
no?
¿Qué tengo de Italia en
pro?
¿Qué tengo? ¡Terrible
suerte!
Que en ella reina la
muerte,
y a la muerte busco yo.
¡Cuánto, oh Dios,
cuánto se engaña
el que elogia mi ardor
ciego,
viéndome siempre en el
fuego
de esta extranjera
campaña!
Llámanme la prez de
España,
y no saben que mi ardor
sólo es falta de valor,
pues busco ansioso el
morir
por no osar el resistir
de los astros el furor.
Si el mundo colma de
honores
al que mata a su enemigo,
el que lo lleva
consigo,
¿por qué no puede...?
Los suicidios son recurrentes en la literatura y la mitología.
Recordemos a aquella Antígona abandonada y ultrajada, a ese joven Werther
defraudado o a una Ana Karenina enajenada y confundida.
Las obras dramáticas griegas tenían como
finalidad advertir a los griegos de lo que eran capaces de hacer los dioses si
actuaban de manera incorrecta- en el caso de D.Álvaro cuando oculta su nombre o
mata accidentalmente al padre de Leonor- los dramaturgos griegos usan la
"hybris" como pretexto en la mayoría de sus obras. El protagonista actuara únicamente por su
beneficio, menospreciando a los dioses –en
este caso el destino actúa como un dios impiadoso-, con consecuencias terribles
para el protagonista. No queriendo enfrentarse a
su destino debido a las consecuencias de sus acciones se suicidan, ya que sin
duda el suicidio es paliar el sufrimiento que conllevaría el castigo que los
dioses de por sí le tienen impuesto.
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