Hablar de Los niños
perdidos es volver la mirada a un pasado que nos sumerge en un sufrimiento
no elegido y saboteando la inocencia de aquellos que todavía no habían
abandonado la infancia.
Laila Ripoll intenta que los ‘’invisibles’’ de la guerra
tengan una voz y se reconozcan sus derechos, pero no solo de los personajes de
la obra, aquí también entran desde los exiliados hasta los que están enterrados
en las cunetas de media España.
Escoger a unos niños como protagonistas no es casualidad:
ellos ven su realidad desde un punto limpio, sin contaminación política ni odio
inicial. Las semejanzas de estos niños con los
niños perdidos de Peter Pan está
totalmente justificada: niños huérfanos que nunca crecen y que se amparan en
una especie de guía -que en la obra
sería Tuso, de manera inconsciente-como el tronco vertebrador de la historia.
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Grabado de una de las primeras ed. de P.Pan |
El poder y el miedo que ejerce Sor sobre los niños son
indiscutibles. La monja les insulta y no les deja tranquilos en el transcurso
de la obra: realmente es un maltrato psicológico que a duras penas entienden.
Es de la escuela ‘’la letra con sangre entra’’ y con pensamientos infundados
por la ignorancia/circunstancias del momento que hacían odiar a aquellos
quiénes no tenían una solvencia económica para poder cuidar de sus familias o a
‘’los rojos comunistas’’ que son ateos y se alejan de los principios
cristianos.
SOR. Sois la hez de
este mundo y del otro. Piojosos. ¡Judíos! Habéis heredado de vuestros
progenitores los siete pecados capitales. Y en las llamas del infierno os
habéis de condenar. Ja. Y ¿qué es el infierno? Pues el infierno: una sima
hondísima llena de llamas y, en ellas, están los demonios y condenados
revolviéndose y entrechocándose en horrible revoltijo, como los garbanzos del
cocido hirviendo en la olla.
Uno de los pensamientos más llamativos y a la vez con
‘’cierto humor’’ es referente a la comida. El hambre que pasan estos niños en
el hospicio donde viven es brutal. Si las monjas deciden que te has portado
mal, tienen el poder de no darte de comer el tiempo que estimen oportuno. Cuca pregunta
curioso:
CUCA. Oye, y si vamos
al infierno y nos meten en la olla del cocido, ¿nos lo podremos comer?.
Al final de la obra, el poder del miedo desaparece al
entender que ya no tienen nada que temer. Es curioso este despertar de la larga
ensoñación, un tema muy recurrente en la literatura desde la misma caverna de Platón pasando por La vida es sueño de Calderón de la Barca.
La habitación es un
escenario sombrío que ha sido testigo del desarrollo de lo peor del ser humano
– maltratos por parte de la religiosa – y lo mejor – los juegos y la esperanza
de los niños- que imaginaban un futuro mejor.
Los niños lo comprenden todo y deciden salir:
LÁZARO. Pues ella (haciendo
referencia a Sor) es como nosotros: aire,
nada, tu imaginación. Abre la puerta, Tuso.
CUCA. No, por favor,
por favor, que me tira por la ventana.
LÁZARO. Que lo intente
si se atreve. Yo ya no le tengo miedo.
CUCA. Pues yo sí.
LÁZARO. Ya no nos
puede hacer nada, bobo.
Después de decir esto, gritó con voz
fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto salió con los pies y las manos atadas
con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para
que pueda caminar».
Nuevo Testamento, JUAN 11: 43-45
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