miércoles, 25 de junio de 2014

Poder en LOS NIÑOS PERDIDOS



Hablar de Los niños perdidos es volver la mirada a un pasado que nos sumerge en un sufrimiento no elegido y saboteando la inocencia de aquellos que todavía no habían abandonado la infancia.
Laila Ripoll intenta que los ‘’invisibles’’ de la guerra tengan una voz y se reconozcan sus derechos, pero no solo de los personajes de la obra, aquí también entran desde los exiliados hasta los que están enterrados en las cunetas de media España.
Escoger a unos niños como protagonistas no es casualidad: ellos ven su realidad desde un punto limpio, sin contaminación política ni odio inicial. Las semejanzas de estos niños con los niños perdidos de Peter Pan está totalmente justificada: niños huérfanos que nunca crecen y que se amparan en una especie de guía  -que en la obra sería Tuso, de manera inconsciente-como el tronco vertebrador de la historia.

Grabado de una de las primeras ed. de P.Pan 





El poder y el miedo que ejerce Sor sobre los niños son indiscutibles. La monja les insulta y no les deja tranquilos en el transcurso de la obra: realmente es un maltrato psicológico que a duras penas entienden. Es de la escuela ‘’la letra con sangre entra’’ y con pensamientos infundados por la ignorancia/circunstancias del momento que hacían odiar a aquellos quiénes no tenían una solvencia económica para poder cuidar de sus familias o a ‘’los rojos comunistas’’ que son ateos y se alejan de los principios cristianos.

SOR. Sois la hez de este mundo y del otro. Piojosos. ¡Judíos! Habéis heredado de vuestros progenitores los siete pecados capitales. Y en las llamas del infierno os habéis de condenar. Ja. Y ¿qué es el infierno? Pues el infierno: una sima hondísima llena de llamas y, en ellas, están los demonios y condenados revolviéndose y entrechocándose en horrible revoltijo, como los garbanzos del cocido hirviendo en la olla.

Uno de los pensamientos más llamativos y a la vez con ‘’cierto humor’’ es referente a la comida. El hambre que pasan estos niños en el hospicio donde viven es brutal. Si las monjas deciden que te has portado mal, tienen el poder de no darte de comer el tiempo que estimen oportuno. Cuca pregunta curioso:

CUCA. Oye, y si vamos al infierno y nos meten en la olla del cocido, ¿nos lo podremos comer?.

Al final de la obra, el poder del miedo desaparece al entender que ya no tienen nada que temer. Es curioso este despertar de la larga ensoñación, un tema muy recurrente en la literatura desde la misma caverna de Platón pasando por La vida es sueño de Calderón de la Barca.

 La habitación es un escenario sombrío que ha sido testigo del desarrollo de lo peor del ser humano – maltratos por parte de la religiosa – y lo mejor – los juegos y la esperanza de los niños- que imaginaban un futuro mejor.
Los niños lo comprenden todo y deciden salir:

LÁZARO. Pues ella (haciendo referencia a Sor) es como nosotros: aire, nada, tu imaginación. Abre la puerta, Tuso.
CUCA. No, por favor, por favor, que me tira por la ventana.
LÁZARO. Que lo intente si se atreve. Yo ya no le tengo miedo.
CUCA. Pues yo sí.
LÁZARO. Ya no nos puede hacer nada, bobo.

Después de decir esto, gritó con voz fuerte: «¡Lázaro, ven afuera!». El muerto salió con los pies y las manos atadas con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: «Desátenlo para que pueda caminar».
                                                                               Nuevo Testamento, JUAN 11: 43-45
                                                                                      






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