Esta historia, que es la que mucho españoles quieren
olvidar, una historia callada.
En Víznar, el lugar donde se supone que se encuentra el
cuerpo del poeta Federico García Lorca, la gente calla todavía. Los susurros de
la guerra que antes eran gritos culminan en una psicosis y un recuerdo que
perdura todavía entre lugares fuertemente marcados por la violencia pero con
miedo a hablar.
Marqués, Lázaro, Cucachica y Tuso son unos de tantos
huérfanos que dejó la batalla fraticida.
¿Qué culpa tiene un niño del contexto histórico y social en
el que vive? Los niños se apoyan entre
ellos al no tener un referente adulto que les dé lo más básico: cariño y
seguridad.
Los ecos del pasado son como aquel coro clásico que nos
recuerdan los hechos que se vuelven a repetir en el inconsciente colectivo, una
violencia física y verbal que sigue en el ambiente a pesar de los años:
LAS VOCES. El aire. No me des más golpes. ¡No, al agua
no! Tiene Fiebre. A la enfermería. ¿Dónde está mi niño? Tengo hambre. Me duele.
Destacamento hospicio. Todos al tren. Al desván por meón. Este niño está
muerto. Mi hijo, quiero ver a mi hijo. Tu hijo está muerto. A este niño lo han
matado a palos. No sé nadar. Tengo hambre ¡Mamá! ¿Dónde está mi mamá? Tengo
mucho frío. ¡Llama a una ambulancia! El aire. Está frío. A la enfermería no,
que de ahí no se vuelve. A tu padre lo han fusilado. ¡No me pegues más! Aceite
de ricino. Tiene gusanos.
Los niños se encuentran en una situación de desconocimiento
e indefensión total ante tanto terror que tienen que vivir siendo tan pequeños.
Entrar en el hospicio suponía un shock y los niños, del miedo, se hacían sus
necesidades encima con su posterior maltrato físico y mental.
CUCA. Entonces me hice
pis y me dieron una paliza por guarro y, como todas las noches me meo en la
cama, me pusieron la sábana con los meaos por encima y me encerraron en este
desván, solito y a oscuras, para ver si se me pasaba.
A medida que van racionalizando lo que les paso, van
contando su cruel historia, como las monjas que no tenían ninguna educación
pedagógica – y menos después de una guerra donde absolutamente todo queda
resquebrajado – la monja les pegaba e
insultaba, desquitándose así de su infelicidad interior, todo su despecho
pagado contra los más inocentes.
MARQUÉS. …Y mientras
me daba con el bastón en las narices me decía: <<Rojo de mierda, hijo de
Satanás>>…Y yo, venga a sangrar por los oídos y por la boca, que todo me
sabía a sangre…
Tuso es el ‘’vengador’’ de los niños de alguna manera, ya
que él no puede quedarse quieto ante tanta injusticia y tira por las escaleras
a la monja maltratadora, muriendo a continuación. Así se cierra el círculo de
violencia de la obra, aunando a todos a un nuevo ‘’despertar’’.
TUSO Al final conseguí
que subiera Sor Irene y cuando os vio tiesos y llenos de sangre casi se vuelve
loca. Decidieron no dar parte para no montar un escándalo. Total, ya eráis
niños perdidos. Al fin y al cabo, los niños de aquí no existen. Son como
fantasmas y nadie va a reclamar por ellos. Mejor echar tierra encima, nunca
mejor dicho.
Esta obra es un homenaje a aquellos que no tenían voz –porque
eran invisibles – y nadie intercedía por ellos. No nos olvidemos que los niños
de posguerra que eran maltratados, muchos de ellos ancianos hoy en día, aún
siguen callando y no quieren recordar la sangre derramada ni los gritos en la
lejanía.
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